San Pedro está enviando gente al cielo o al infierno. De pronto, recibe un llamado urgente por su celular y se tiene que ir.
Llama a un ángel joven y le dice:
– Mirá, yo me voy un ratito, y quedás vos a cargo.
– Pero –dice el joven– ¿y yo cómo hago para saber a quién mandar al cielo y a quién al infierno?
– Es muy fácil –le dice San Pedro–. Acá tenés una Biblia y un fajo de billetes de 100 dólares. Vos se los ofrecés a cada alma que venga. Los que agarran la Biblia van al cielo, los que agarran los dólares van al infierno. ¡Y listo! Y cualquier duda me llamás al celular celestial.
Y San Pedro se va. Como a los diez minutos recibe una llamada.
– Soy yo –dice el ángel joven– se me acaba de presentar un caso muy extraño.
– ¿Qué pasó? – pregunta San Pedro.
– Vino un tipo, bien vestido. Yo le ofrecí la Biblia y los dólares. El tipo tomó la Biblia. Empezó a hojearla. A las dos páginas dijo “Uy, qué hermoso concepto” y puso un billete para señalarlo. Luego, cuatro hojas más tarde dijo: “Uy, qué párrafo tan aleccionador” y agarró otro billete… y así, hasta que se llevó todo el fajo. ¿Qué hago?
Y San Pedro responde:
– Déjalo pasar, que es del Opus.
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